Cap 4 - Enfrentando al criminal
Morris con el arma en la mano, empuja el portón bajo el cartel de Printwriter, avanza apoyando su espalda contra las paredes, mirando hacia todos los ángulos, cuando llega a una posición central donde domina toda la escena, grita -¡policía! Siente un rumor, sordo, sobre un costado, sus nervios se crispan –nunca disparó a una persona-, ve una sucia tela que alguna vez fue una cortina, de repente, la tela se mueve, sus músculos lo traicionan y tensa el dedo índice sobre el gatillo.
Siente el golpe en la mano, el sacudón de la explosión, el aroma acre de la pólvora, un fogonazo, y la tenue nube que deja la estela de la bala.
La cortina vibra, se corre, pero no hay nadie.
Asombrado ve que la bala está suspendida en el aire. Que avanza lentamente hacia él. Aterrorizado queda inmóvil. Hasta que la bala lentamente entra en su cuerpo.
La herida le provoca dolor, pero no es nada comparado a la ebullición de todo su cuerpo, y de repente, todo es negro…
En algún momento, Morris comienza a sentir que el velo negro se disipa… lentamente despierta…
¿no estaré muerto? El pensamiento cruza por su mente…
Aturdido, tarda en reaccionar, siente que su respiración no es la acostumbrada, trata de incorporarse y se lleva la mano al pecho, no encuentra herida alguna, aunque tiene una sensación extraña en el lugar de la herida…
Se incorpora tomándose de un pasamano, se siente ajeno a sí mismo, los movimientos parecen no corresponder con sus pensamientos. Está en una cómoda camilla, aislada con una cubierta de vidrio curvo. Busca algún Doctor, alguna enfermera con la mirada, pero sólo escucha un zumbido y el único movimiento son sombras que producen algunas luces intermitentes…
Antes de comenzar a preocuparse, ve unos botones cerca de su mano, sin pensar aprieta el verde…y la cubierta se abre…
Comienza a caminar entre extrañas maquinarias, todos los diseños parecen salidos de una película de ciencia ficción, no es posible determinar si pertenecen al futuro, o a un pasado
que quiso imaginarse en otra época…
Los zumbidos y las luces intermitentes lo siguen acompañando, atraviesa un gran salón, o galpón, lleno de gruesos cables y cañerías, con una maquinaria circular enorme en el centro, Morris calculó que serían unos 25 metros de diámetro, parecía una instalación de estudios nucleares, tal vez un acelerador de partículas. Sólo el sonido de sus pasos alteraba la monótona escena.
Unos rieles guían el recorrido de Morris, los mismos sobre los que estaba montada la camilla donde despertó. Ahora, un pasillo, de unos 7 metros de ancho, lo lleva a un nuevo salón. Ya no espera encontrar a nadie. Todo funciona automáticamente.
La escena lo asombra, la estructura esférica asemeja un planetario, las paredes son de una especie de vidrio opaco, el piso en forma de pirámide cónica tiene en su vértice una gigante bola de cristal de su pedestal asoman tubos transparentes con líquido o gel en su interior, el cual genera una extraña luminosidad.
Morris se encuentra sobre un camino de unos dos metros de ancho que bordea el interior de la estructura esférica, está a la misma altura de la esfera central.
A un costado, ve unos dispositivos que asume compondrán el puesto de control, se acerca y se sienta en un taburete enfrente a ellos.
Repentinamente, rayos de luces, como de láser, se encienden dentro de un cubo frente a su vista. Sonidos, como rugidos, chirridos acompañan las luces, éstas van tomando forma, en tres dimensiones, representando una cara.
Morris enmudecido, ve cómo se construye esa faz electrónicamente, delante de sus ojos.
¡Tú me destruíste! Resuena una digitalizada voz de Cextor
¡Maldito asesino! ¡tú también me mataste! Le respondió Morris con la voz crispada por el odio
Cextor no le deja continuar: ¡Ese es mi cuerpo! No te pertenece! No eres más que una basura de otra dimensión!
Morris, respiró hondo. Resonaban en sus oídos las palabras de Cextor. El odio cesó, y comenzó a sentir pánico.
¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? Sus pensamientos fueron contestados por Cextor:
“Atravesaste el puente dimensional con mi ser energético. La bala que me hirió nos unió en el momento de la descomposición molecular; hemos cruzado juntos a mi dimensión espacial, este es mi laboratorio.”
Morris exasperado, mientras observa su nuevo cuerpo, le grita:
¡Pues no quiero tu cuerpo, ni estar en tu maldita dimensión!
Morris con el arma en la mano, empuja el portón bajo el cartel de Printwriter, avanza apoyando su espalda contra las paredes, mirando hacia todos los ángulos, cuando llega a una posición central donde domina toda la escena, grita -¡policía! Siente un rumor, sordo, sobre un costado, sus nervios se crispan –nunca disparó a una persona-, ve una sucia tela que alguna vez fue una cortina, de repente, la tela se mueve, sus músculos lo traicionan y tensa el dedo índice sobre el gatillo.
Siente el golpe en la mano, el sacudón de la explosión, el aroma acre de la pólvora, un fogonazo, y la tenue nube que deja la estela de la bala.
La cortina vibra, se corre, pero no hay nadie.
Asombrado ve que la bala está suspendida en el aire. Que avanza lentamente hacia él. Aterrorizado queda inmóvil. Hasta que la bala lentamente entra en su cuerpo.
La herida le provoca dolor, pero no es nada comparado a la ebullición de todo su cuerpo, y de repente, todo es negro…
En algún momento, Morris comienza a sentir que el velo negro se disipa… lentamente despierta…
¿no estaré muerto? El pensamiento cruza por su mente…
Aturdido, tarda en reaccionar, siente que su respiración no es la acostumbrada, trata de incorporarse y se lleva la mano al pecho, no encuentra herida alguna, aunque tiene una sensación extraña en el lugar de la herida…
Se incorpora tomándose de un pasamano, se siente ajeno a sí mismo, los movimientos parecen no corresponder con sus pensamientos. Está en una cómoda camilla, aislada con una cubierta de vidrio curvo. Busca algún Doctor, alguna enfermera con la mirada, pero sólo escucha un zumbido y el único movimiento son sombras que producen algunas luces intermitentes…
Antes de comenzar a preocuparse, ve unos botones cerca de su mano, sin pensar aprieta el verde…y la cubierta se abre…
Comienza a caminar entre extrañas maquinarias, todos los diseños parecen salidos de una película de ciencia ficción, no es posible determinar si pertenecen al futuro, o a un pasado
que quiso imaginarse en otra época…
Los zumbidos y las luces intermitentes lo siguen acompañando, atraviesa un gran salón, o galpón, lleno de gruesos cables y cañerías, con una maquinaria circular enorme en el centro, Morris calculó que serían unos 25 metros de diámetro, parecía una instalación de estudios nucleares, tal vez un acelerador de partículas. Sólo el sonido de sus pasos alteraba la monótona escena.
Unos rieles guían el recorrido de Morris, los mismos sobre los que estaba montada la camilla donde despertó. Ahora, un pasillo, de unos 7 metros de ancho, lo lleva a un nuevo salón. Ya no espera encontrar a nadie. Todo funciona automáticamente.
La escena lo asombra, la estructura esférica asemeja un planetario, las paredes son de una especie de vidrio opaco, el piso en forma de pirámide cónica tiene en su vértice una gigante bola de cristal de su pedestal asoman tubos transparentes con líquido o gel en su interior, el cual genera una extraña luminosidad.
Morris se encuentra sobre un camino de unos dos metros de ancho que bordea el interior de la estructura esférica, está a la misma altura de la esfera central.
A un costado, ve unos dispositivos que asume compondrán el puesto de control, se acerca y se sienta en un taburete enfrente a ellos.
Repentinamente, rayos de luces, como de láser, se encienden dentro de un cubo frente a su vista. Sonidos, como rugidos, chirridos acompañan las luces, éstas van tomando forma, en tres dimensiones, representando una cara.
Morris enmudecido, ve cómo se construye esa faz electrónicamente, delante de sus ojos.
¡Tú me destruíste! Resuena una digitalizada voz de Cextor
¡Maldito asesino! ¡tú también me mataste! Le respondió Morris con la voz crispada por el odio
Cextor no le deja continuar: ¡Ese es mi cuerpo! No te pertenece! No eres más que una basura de otra dimensión!
Morris, respiró hondo. Resonaban en sus oídos las palabras de Cextor. El odio cesó, y comenzó a sentir pánico.
¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? Sus pensamientos fueron contestados por Cextor:
“Atravesaste el puente dimensional con mi ser energético. La bala que me hirió nos unió en el momento de la descomposición molecular; hemos cruzado juntos a mi dimensión espacial, este es mi laboratorio.”
Morris exasperado, mientras observa su nuevo cuerpo, le grita:
¡Pues no quiero tu cuerpo, ni estar en tu maldita dimensión!